El mundo del motor es sinónimo de auténtica pasión, de amor por la conducción, la velocidad, y la mecánica de los vehículos. Este mundo está, a su vez, muy ligado al de la competición. No en vano, para sus amantes los nombres de Valentino Rossi o Michael Schumacher y sus historias jamás podrían pasar desapercibidos.
Ese número de seguidores ha experimentado un aumento en España durante las últimas décadas. El éxito permanente del motociclismo nacional o las grandes carreras y logros que ha protagonizado Fernando Alonso durante su trayectoria automovilística han acercado el motor a la población, una población que a través de los logros deportivos se ha empezado a interesar por determinados aspectos de este sector.
Mi fascinación por el motor comenzó así. De pequeño viví las conquistas del campeonato del mundo de Ángel Nieto, y fue esto lo que me hizo tomar una primera aproximación. Ocurrió cuando yo era tan solo un niño, pero ha sido el germen de un verdadero y entretenido hobby. Muchos años después de todo aquello, y ya con alguna cana en la cabeza, comencé a ser consciente de la cantidad de recuerdos que tenía de mis vivencias como aficionado al mundo del motor. Y comencé a adquirir pequeñas maquetas de motos o coches históricos para montar, en una de las habitaciones que tenía libres en mi casa, un pequeño museo en honor al sector del motor.
Esta idea surgió de una manera un tanto espontánea. De hecho, no tenía pensado adquirir demasiadas piezas. Pero la realidad fue bien distinta y muy pronto comencé a darme cuenta de que tendría que acondicionar la habitación de una manera en la que pudiese exponer todo el material del que disponía, que no se trataba únicamente de maquetas sino que también incluía fotografías, entradas y piezas reales de motocicletas, automóviles y demás vehículos.
Necesitaba vitrinas y estanterías para colocar todo lo que convertiría a aquella habitación en un verdadero templo. Pregunté a varios de mis amigos dónde podría adquirir esos muebles y algunos de ellos me aconsejaron que visitara la página web de esta tienda de muebles online, una empresa en la que ellos ya habían confiado de cara a adquirir mobiliario para sus nuevas viviendas.
Eso fue lo que hice. En la página encontré un teléfono de contacto y, de manera inmediata, llamé para obtener información acerca de los artículos que eran de mi interés. Sus trabajadores me aconsejaron que visitara su tienda para conocer de primera mano todo lo que me podían ofrecer, que era mucho. Cuando lo hice me di cuenta de que con la calidad de las vitrinas y estanterías que estaban disponibles podría armar un museo muy elegante y con personalidad.
Faltaba por hablar del precio, un tema al que no le había otorgado demasiada importancia pero que, por supuesto, me interesaba. Pregunté al respecto y en cuanto me comunicaron las tarifas decidí comprar varias de esas vitrinas y estanterías por las cuales suspiraba. Había tenido suerte al encontrar una ganga de tales dimensiones.
Mis visitantes, encantados y sorprendidos
En pocos días el nuevo mobiliario estuvo colocado y preparado para albergar las piezas de mi vasta colección. Al tratarse de muebles amplios, tenía el suficiente espacio como para que todo fuera expuesto y que nada se quedara lejos de la vista de todo aquel que quisiera visitar el museo. Solo faltaba que mi trabajo se viera recompensado y la cantidad de visitantes que consiguiera atraer fuese alta y diversa.
Así fue. El proyecto tuvo un éxito que incluso a día de hoy me sigue pareciendo sorprendente. Nos visitaron muchos de los amantes del mundo del motor y también algunas personalidades del mismo. La sensación era unánime: se había trabajado bien y con un material de primera calidad. Aunque lo principal era el conjunto de piezas, fotografías y maquetas que yo había conseguido, el mobiliario era un factor complementario necesario para que a la gente le gustara el museo. Y, como me había puesto en manos en una empresa seria y experimentada a la hora de adquirir ese mobiliario, el éxito no había tardado en llegar. Cuestión de confiar en lo mejor.