La Vespa, una moto de película

Años sesenta, un atardecer inundado por tonos dorados que bañan las ruinas de Roma, chico y chica, enamorados y atractivos, a lomos de una Vespa de suaves curvas e imponentes colores. O, en una tarde primaveral de Londres, un joven impecablemente vestido, flequillo liso y bigote estiloso, pasea en su Vespa roja por Carnaby Street mientras las canciones de The Beatles resuenan sobre el asfalto mojado. Concesionarios especializados en la facturación de las marcas clásicas Vespa, Piaggio, Aprilia y Gilera, no solo venden motocicletas: venden sueños capturados en pedazos de celuloide.

La Vespa es, sin duda, el vehículo más romántico y cinematográfico de cuantos existen. Su presencia en el séptimo arte sobrepasa la mera categoría de atrezzo para convertirse casi en una declaración de intenciones que sirve para profundizar en el perfil del personaje que la luce. O, incluso, convertirse en un personaje por derecho propio. Y es que, emular el romance entre Gregory Peck y Audrey Hepburn en Vacaciones en Roma (Roman Holyday, William Wyler, 1953) es uno de los sueños ideales de cualquier usuario de Vespa. Encontrarse con un desconocido por caprichos del azar, enredarse en un irresistible idilio a primera vista, inmortal hacia las presiones sociales o familiares; expresar el amor por medio de largos paseos por las eternas y sobrecogedoras de la capital italiana, tan inmarcesibles en el tiempo como el sentimiento que une a los dos protagonistas. Vacaciones en Roma, por tanto, es un cuento de hadas contemporáneo en el que la mítica motocicleta scooter sustituye al corcel en el que irrumpe este inesperado príncipe azul. Su incomparable belleza estética y la fiabilidad de su funcionamiento permite que la Vespa se encuentre a la altura de semejantes expectativas poéticas. Tres premios Óscar –Mejor actriz principal para Audrey Hepburn, Mejor guion original para Dalton Trumbo y Mejor vestuario-, amén de otras siete nominaciones más –entre ellas a Mejor película, Mejor director y Mejor actor secundario para Eddie Albert-, coronarían este clásico del género.

La misma Roma a vista de Vespa es también la protagonista del primer segmento de la película de capítulos Querido diario (Caro diario, Nanni Moretti, 1993), si bien desde el punto de vista de sus barrios más desconocidos y atípicos, desde Garbatella a Ostia, pasando por Spinazeto. Nos encontramos ante la Roma alejada de las postales aunque también hermosa a su modo. Vacía por la festividad de Ferragosto, cuando los nativos aprovechan para emigrar a regiones más salutíferas y bonacibles, Roma queda envuelta así en un halo mágico y cálido que Nanni Moretti desnuda con mirada embelesada, haciendo partícipe al espectador de este encantamiento hipnótico mientras desgrana sus inquietudes existenciales y artísticas, inspirado por la delicada magnificencia de la metrópolis. El jurado del festival de Cannes, el certamen más prestigioso del cine, mostraría su entusiasmo reconociendo a Moretti con el galardón a mejor director dentro de una edición en la que contendían filmes como Pulp Fiction (Pulp Fiction, Quentin Tarantino, 1994), Tres colores: Rojo (Trois couleurs: Rouge, Krzysztof Kieślowski, 1994), A través de los olivos (Zire darakhatan zeyton, Abbas Kiarostami, 1994), Exótica (Exotica, Atom Egoyan, 1994) o Quemado por el sol (Utomlyonnye solntsem, Nikita Mijalkov, 1994).

Quadrophenia (íd., Frank Roddam, 1979), la ópera rock de The Who en honor de los airados años cincuenta de Gran Bretaña, aquella década de enfrentamientos juveniles entre teddys y mods, encontrará por su parte en la Vespa uno de los elementos clave para la construcción del ambiente de la época a causa del fetichismo popular que despertaba entonces la motocicleta italiana. En contraposición a las agresivas motos de estilo chopper que lucían los violentos teddys, más próximos al rock and roll y a la exaltación de la testosterona, la Vespa ofrecía una imagen acorde a la pulcritud y sensibilidad de los mods, tipos que rendían culto al aspecto y la vestimenta –podían llegar a cambiarse hasta cuatro veces de ropa al día y uno de los pecados flagrantes dentro de la tribu era repetir el jersey de la noche anterior-. Las grandes concentraciones de motocicletas Vespa, deambulando por las calles del bullente Swinging London sin destino claro es una de las imágenes que definen el sentir del momento, el auge del mod. Este encanto italiano apropiado y reverenciado por el Reino Unido también tendrá su eco en cintas posteriores como la popular Alfie (íd., Charles Shyer, 2004), remake de la cinta homónima de 1966, dirigida por Lewis Gilbert y protagonizada por Michael Caine. En esta revisión actualizada, el protagonista, encarnado por Judd Law, tiene a la Vespa como el vehículo que condensa a la perfección su naturaleza de seductor indomable e irresistible. Cabe decir que Law ya había apostado por la elegancia magnética de la Vespa en la precedente El talento de Mr. Ripley (The Talented Mr. Ripley, Anthony Minguella, 1999), si bien esta vez por las calles de Italia, de nuevo como la primera película de nuestra lista particular.