Que un coche padezca una avería sigue siendo, a pesar de la gran revolución tecnológica que vivimos en la actualidad, un problema muy común. El mero hecho de circular durante un tiempo determinado hace que el automóvil y sus piezas se desgasten y que por tanto sea necesaria una reparación.
Una situación como la descrita implica la existencia de los talleres y de los mecánicos. A lo largo de la Historia la importancia de un gremio como este se ha mantenido constante, beneficiándose de sus servicios prácticamente hasta el último de los ciudadanos y poniendo de manifiesto la dependencia que en algunas ocasiones tenemos de nuestro vehículo, especialmente si se reside en una gran ciudad.
Llevo media vida trabajando como mecánico. Desde bien joven monté un taller de reparación de todo tipo de vehículos y comencé a ganarme la vida por cuenta propia, algo que me permitió forjar la independencia con respecto a mi familia. Para ello, una de las primeras cosas que me vi obligado a hacer fue alquilar una nave que fuera lo suficientemente grande para almacenar todos esos vehículos que me iba a encargar de arreglar junto con mi personal.
Hace un par de años y después de dos décadas trabajando en aquel lugar, me vi obligado a trasladar el taller. El dueño de la nave decidió, a mis espaldas, alquilarla a un empresario que le prometió pagar una mayor cantidad mensual de dinero y por tanto necesitaba de manera urgente encontrar una nueva nave. Una tarea realmente complicada a tenor de lo que me habían comentado con anterioridad.
Rápidamente me puse delante del ordenador para buscar por Internet ubicaciones para poder instalar mi taller y poder seguir ejerciendo mi actividad. Encontré la página web de Área Asesores, una empresa dedicada al alquiler y venta de naves industriales en mi ciudad, Madrid, y lo vi claro. A juzgar por las fotos, las características y el precio de aquellas naves, se trataba de lugares perfectos.
Me puse en contacto con los directores de aquella entidad y me invitaron gentilmente a que visitara personalmente las naves. Tenían una total disponibilidad para mí y, gracias a ello, pude ver algunos de los lugares que ofertaban para negocios como el mío. Lo cierto es que algunos de ellos me gustaron y decidí apostar por una nave situada en la localidad de Alcobendas, muy cerca de la A1. A pesar de la amplitud de aquel espacio (unos 2.000 metros cuadrados) el precio me parecía bastante asequible puesto que entraba en el intervalo económico en el que deseaba moverme en este sentido.
Mismo trabajo, más comodidad
Pude comenzar a trabajar de manera muy rápida. Desde Área Asesores me dieron todo tipo de facilidades para organizar el traslado y continuar arreglando los vehículos cuyos dueños me habían pedido algo más de rapidez. Pronto iba a descubrir que aquella nueva nave era bastante más cómoda. Y es que el hecho de que fuera más grande implicaba solo ventajas: podía organizar el espacio a la perfección y evitar que los vehículos se apiñaran de manera desordenada en todo el lugar, muy al contrario de lo que me había ocurrido en la ubicación anterior.
En apenas cumpliremos dos años en la nave actual y la verdad es que durante este tiempo hemos notado un cambio sustancial a la hora de desarrollar nuestro trabajo. Tenemos menos dificultades para movernos y podemos resolver los problemas de cualquier vehículo sin la necesidad de estar apiñados, algo que nos había tocado padecer durante mucho tiempo.
Además, la imagen que se proyecta de la empresa es otra completamente diferente. No es lo mismo que los clientes, cuando lleguen al taller, observen una organización que el hecho de que vean cómo los coches se amontonan de manera caótica y anárquica. Como prueba, solo diré que el número de clientes en estos dos años ha crecido en torno a un 10%. ¿Suerte o estrategia? Parece más sensato decantarse por lo segundo.